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Suigenericidio

Hay horas malas, que me queman. Es cuando empiezo a ver y a recordar sin querer. Me tienta la idea de perderme entre caminos y personas. Que pasen el tiempo mientras lo ignoro en el camino de la inconsciencia. Pero no quiero, no tengo ganas, y termino escribiendo mierda. Y lo que más me seduce es cortar por lo sano. Patear la silla y que todo caiga por su peso. Que me caguen a trompadas por toda la eternidad. No quiero dejar ni una carta, ni un soneto, ni una canción. Ni siquiera un cuerpo o un recuerdo.  Me seduce la idea de no ser más. Y soy cagón, pero quien sabe. Uno también se cansa de los amagues.

No somos nada

No somos nada. A pesar de todo, De las risas, los llantos, Las palabras, Las canciones dedicadas, El frío y el calor, No somos nada. A pesar del cariño, El aprecio, El amor, Las ganas de que seas feliz, No somos nada. Nos miramos tantas veces, Tanto tiempo, Tan profundamente, Que cuando aparté la mirada Ya no supe a dónde estabas  Y me perdí. No supe volver, Di mil vueltas, Y aunque logré encontrarte, Ya era tarde. Ahora me toca, Al borde del deseo malo, Pensar y pensar, Y con suerte aceptar Que ya No somos nada.

Vacío

Terminé vacío Y con descaro busco sensaciones Estoy cometiendo errores Que ya sé que están mal Pero no lo puedo procesar de otra forma Me quedé helado Congelado, casi muerto Vivo pero no, inerte pero ando Sin ganas pero buscando Con amor por fuera y mal por dentro Sin todo lo que es el sol, la luna y las estrellas Sin más ni menos palabras Sin vos Sin mi Terminé vacío

Silencio

Y miraba sólo las formas en la madera del techo Y escuchaba el ruido impune de la joda vecinal Y tenía la sensación de que fui el único en soledad En la inmensidad del universo conocido Y por conocer Y también relojeaba el celular esperando algún mensaje Y escuchaba tres canciones tres mil veces hasta odiarlas Y pensaba en volver a tocar con o sin ellos Y también en tus palabras, y que fue mil veces peor el silencio Acto seguido a la tragedia de tus peros Y nunca y siempre soy yo Y todas las veces me cansa y me desgasta Y la soledad empieza a burlarse de todos mis despistes De mis mil y un maneras de hacerme el pelotudo Y no pensar en lo tanto, lo todo, lo inmensamente, lo demasiado, o tal vez lo poco, lo a penas, lo casi nada o lo absolutamente mucho que te extraño Son tenues pero reales Los golpes de vida Que me alejan un poco Del constante espacio Que se genera entre yo Y el mundo de los vivos Hoy necesito algo más Que me saque del dolor De la inmensa Pangea Que es el mundo de la  S

Día y Cerro

Hola. Todo mal. No puedo parar. No puedo enfriar la mente. Sigo viendo tus ojos cuando sueño. Siempre pienso en vos, todos los días y las noches. Quiero tus palabras, quiero tus encuentros, quiero tus risas. Ya no hay más mates. Ya no hay más chistes. Ya no hay más caras. Nunca más tiempos. Nunca más espacios. Nunca más un amor. Ya no quiero más nada. No quiero saber más nada. No quiero nada. Nada. Estoy perdiendo y ganando. Pero me siento perdido. No sé qué pensar. No sé pensar. Me quiero arrepentir. Me quiero equivocar. Me quiero reencontrar. Extraño todo. Desde el principio idóneo hasta el terrible final. Tus mensajes son lo único que espero. Ya no sé qué hacer. Todavía te amo. Te amo. Chau.

La soledad y el miedo a la muerte

Últimamente estoy leyendo más. Y mientras más leo, más sólo me siento. Voy a tratar de explicar esto. Todo acto de lectura resulta placentero en tanto y en cuanto existe esa satisfacción, ese cruce entre lector-escritor, ese momento preciso en que desentrañamos una pregunta, un problema, una cuestión , algo que no entendemos y, al final, tras un largo camino, como si se tratara de un videojuego de aventura, de un logro único, conseguimos comprender. Esto es la literatura. Pero todo éste asunto de la lectura despierta muchísimos problemas, después de todo ese es su objetivo. Uno de esos problemas es la soledad. Leer te hace darte cuenta de que estás sólo. La soledad es propia del lector, y más aun del escritor. Se podría pensar incluso que ésta soledad heredada pudo haber sido el eje sobre el que se cimentara la creación de los grupos de lectura. Gente que se reúne después de haber leído el mismo libro, y comentan al respecto, aludiendo al carácter social más primitivo de nuestra animal

De las palabras y el cambio

Hace poco pensé en lo peligrosas que son las palabras, y sobre todo el énfasis que las acompaña. Pocas veces somos conscientes de lo mucho que podemos influir en los demás. Y generalmente esto va de la mano de la palabra misma. Hacer y decir son dos cosas diferentes, pero vivimos en un mundo en el que las palabras parecen importar más que los mismos hechos. O mejor dicho, no importan más, pero parecen ser casi tan (sino es que más) poderosas que algo factible ante los jóvenes -y no tan jóvenes. Ya escribí alguna vez sobre la famosa "generación de cristal", y aunque muchas veces releo lo que alguna vez me atreví a expresar en éste y otros espacios con cierta amargura y desapego intelectual, lo cierto es que aún sigo sosteniendo aquella idea de que la generación de cristal no existe, en tanto y en cuanto todos somos vulnerables a alguna cosa desde algún punto específico y estratégico. Muchas de las personas jóvenes tienden a cuestionar lo que antes fue prácticamente una verdad